Al depender de una serie de factores externos como las condiciones meteorológicas, la ubicación y época del año, el surf es uno de esos deportes que no siempre podemos practicar tanto como nos gustaría. Pero, ¿sabías que también se puede progresar entrenando fuera del agua?
En los últimos años, el yoga se ha convertido en un complemento ideal para el entrenamiento de los surfistas. Entre los numerosos beneficios para la salud que aporta esta disciplina, podemos destacar una notable mejora del equilibrio, la fuerza, la flexibilidad y la concentración; cuatro habilidades que son fundamentales en el surf.
Si bien la relación entre el yoga y la comunidad de surfistas se asocia tradicionalmente a un estilo de vida sosegado, que aboga por una fuerte conexión entre el cuerpo, la mente y el alma, las mayores similitudes entre ambas prácticas están relacionadas con el apartado psicomotriz. En más de una ocasión, diferentes surfistas del circuito profesional han afirmado que practicar yoga de forma regular les ha ayudado a mejorar su estilo, postura y pericia sobre la tabla. Además, es una ayuda para evitar lesiones.
Sitúate a cuatro patas sobre la esterilla, con las palmas de las manos ligeramente por delante de los hombros. Inhala, mira hacia arriba, deja que la espalda baje y las nalgas vayan hacia atrás. Exhala, haz presión sobre las manos y las rodillas, vacía los pulmones, aspira el ombligo hacia la columna y redondea la espalda.
Apóyate en las manos y los pies, con los brazos y las piernas estirados sobre la esterilla. Intenta cerrar el ángulo entre la parte inferior del abdomen y la parte superior de los muslos. Si las piernas no son lo suficientemente flexibles como para estirarlas, mantén las rodillas flexionadas. La cabeza está relajada.
Desde la postura del perro boca abajo pasar el pie derecho entre las manos. Rodilla en ángulo recto, sin sobrepasar los dedos de los pies. La rodilla izquierda está en el suelo, las manos apoyadas en el suelo, los hombros girados hacia atrás, la parte superior de la cabeza hacia el cielo. Como siempre trabajamos en simetría, haz lo mismo en el lado izquierdo.
Pierna derecha flexionada a 90 grados, pierna trasera estirada. Pecho en línea con la pierna trasera. Mano derecha en el suelo, brazo extendido. El pecho se extiende hacia delante. Brazo izquierdo extendido hacia el cielo con la vista puesta en esa misma mano.
Comienza a cuatro patas. Desliza la rodilla derecha hacia delante y lleva la espinilla en diagonal bajo el pecho. El pie derecho delante de la rodilla izquierda. Desliza suavemente la pierna izquierda hacia atrás, estirando la rodilla y apoyando el muslo en el suelo. Baja la parte externa del glúteo derecho hacia el suelo. El talón está recto delante de la cadera izquierda. En función de tu flexibilidad, puedes apoyarte sobre las manos o los antebrazos, estirar los brazos hacia delante, con la frente apoyada en el suelo.
Haremos una variante de la postura del águila, sentados sobre la esterilla. Cruza los brazos, apoyando los codos uno encima del otro. Dobla los codos y junta los antebrazos. Levanta los codos hasta la altura de los hombros, formando un ángulo recto en los codos. Los hombros están relajados y alejados de las orejas. Toma conciencia del espacio entre los omóplatos.
Coloca la mano derecha detrás de la cadera derecha y aprieta la rodilla derecha contra el pecho con el brazo izquierdo. Inhala y alarga la columna, luego exhala. Empieza la rotación en la parte inferior del vientre para que el ombligo y la torsión se muevan gradualmente. Piensa en la columna vertebral como eje central de la postura e imagina que la espiral gira hacia arriba. Mantén el cuello alineado con la columna vertebral. Lleva el codo izquierdo a la parte exterior de la rodilla derecha y presiona el codo y la rodilla juntos.
Comenzamos en posición supina, con los brazos cruzados y palmas hacia arriba. Lleva las rodillas al pecho, deja caer las rodillas hacia el lado derecho y mira hacia la izquierda. Lleva las rodillas hacia el pecho cuando subas las piernas para proteger la zona lumbar.
En posición tumbada boca arriba, agarra la parte exterior de los pies con las manos o los tobillos. Lleva los talones sobre las rodillas, que caen a ambos lados del torso. Las piernas forman un ángulo de 90 grados, los pies se flexionan y se presionan con las manos. El sacro está plantado en el suelo, al igual que los hombros, con una ligera separación entre la mitad de la espalda y el suelo. La cabeza también apoya en el suelo.
Con las rodillas apoyadas en el suelo, siéntate sobre las nalgas. Mantén las rodillas ligeramente abiertas para permitir el paso del pecho. La frente se coloca en el suelo. Los brazos están extendidos hacia delante.
Imagina un atardecer en tu playa favorita practicando yoga mientras escuchas el relajante sonido de las olas. Parece un buen plan, ¿no? Pues aún puede mejorar si a la mañana siguiente continúas cogiendo olas con tu tabla de surf en el mismo lugar.